La red



Durante varios años trabajé en un banco, en el sector de "procesamiento" de cheques. Los cheques llegaban a raudales, llenos de ganchos, entre boletas, desordenados, en bolsas de cada sucursal. Nuestro trabajo era limpiarlos (sacarles los ganchos) y ordenarlos para que no se trabaran en la máquina magnetizadora o en la máquina que los leía y grababa en el sistema para luego distribuirlos en bolsillos por banco. Con toda esa lectura procesábamos la información en el sistema, que no hubiera errores, que quedara todo balanceado, ordenado y listo para cobrar. O rechazar.

Me acordé de estos procesos porque estos últimos días mi cabeza se ha sentido un poco el sector de procesamiento del banco: la primera parte del proceso. Y ahora estoy tratando de ordenarlo todo en mi sistema. Para cobrar o rechazar. Así que así estamos, atando cabos y tratando de comprender algunas cosas (se aceptan corrección y/o/u/aé-aé ampliaciones):
Escuché algo muy interesante sobre el Iluminismo (o Ilustración) que nunca había visto así: Un grupo de hombres "iluminados" pensaba que la religión había sumido a la humanidad en una oscuridad terrible en la que la luz del conocimiento estaba en unas pocas manos, que encima la utilizaban para dominar al rebaño.
Un poco como Prometeo, que trajo el fuego a los hombres, los iluminados trajeron el conocimiento y cambiaron la biblia por la enciclopedia (que, dato curioso, encierra la palabra cíclope, el gigante de un solo ojo, el ojo que todo lo ve). La intención era buena pero, en la práctica, fue un desastre. Habría que ver cuál es el equivalente al castigo de Prometeo, que fue encadenado en el Cáucaso y todos los días venía un águila y le comía el hígado, que se regeneraba ya que él era inmortal. Todavía no encontré un paralelismo, así que escucho ideas.
Ahora bien, así como la religión impuso hace casi dos mil años a un Dios inflexible y diametralmente opuesto a lo que Jesús enseñó (lo que hoy llamamos física cuántica y que ni siquiera llegamos a entender en lo más mínimo), la ciencia mató a Dios e impuso otro sistema de creencias, negando el milagro de la vida, la magia de la naturaleza, reduciendo todo a lo visible, comprobable y dejando el resto en el plano de lo inexistente, cuando lo visible es la cero coma un montón de ceros unésima parte del todo y el resto es no visible (y eso avalado por la misma ciencia que descompuso el átomo y vio que casi todo era "nada").
En ambos casos estas imposiciones, articuladas por medio del adoctrinamiento primero y de la educación pública después (porque hay una educación no pública que enseña a dominar todo esto, si no miremos esas escuelas para unos pocos que dominan reinos, monopolios y economías) fueron dadas a una humanidad que no estaba preparada para entender ni asumir ni procesar nada de lo que se le daba, porque no teníamos una conciencia madura para entender tanto. A nadie se le ocurrió enseñarnos a tomar conciencia, a procesar las cosas. Así fuimos sometidos. Por el no entendimiento del sistema que nos rodeaba. Pero teniendo una fe ciega en una cosa o en la otra: en la religión de Dios o en la religión de no-Dios.
La religión de Dios nos enseñó mal la fe. La fe es un tema que siempre me intrigó mucho, hasta que recién ahora comienzo a vislumbrar de qué va:
La fe es entrar a la cancha sabiendo que voy a ganar porque voy a dar lo mejor de mí y darlo todo, sin importar el resultado (que en general termina siendo bueno por ley de causa y efecto, ritmo, generación, vibración, etc., si podemos realmente salir a la cancha con esa fe, ser el 10 de la vida misma). Pero la religión nos enseñó que la fe era creer que algo externo (Dios) nos iba a hacer meter el gol (y sólo si ese día tenía ganas, si era "su" voluntad).
La religión nos quitó el poder personal y se lo puso a Dios, algo externo, fuera de nosotros.
La ciencia mató a ese Dios, cambió el sentido de la fe, y puso el poder más lejos todavía: en la opinión de unos pocos hombres, no dioses pero endiosados, que quisieron imponer sus visiones avanzadas de las cosas a una humanidad que a nivel de evolución y conciencia recién está aprendiendo a meter los cubos en los cuadrados y las esferas en los círculos, como un niño de dos años.
Imaginen querer enseñarle algo de nivel universitario a niños de dos años, imponérselo y medir su inteligencia por eso: sufrimiento garantizado (y muy orwelliano, convengamos). Y para peor, como siempre los transmisores de esos conocimientos no fueron más que meros repetidores sin conciencia ni mucha luz que digamos, nos llegó un conocimiento distorsionado, jibarizado, muerto y hueco que lentamente se fue volviendo funcional a un sistema opresor que nos desconectó de todo: de nuestra alma, de nuestro espíritu, de nuestro cuerpo y del poder que tenemos sobre él a nivel mental, emocional e incluso social, y nos desconectó hasta de la propia naturaleza en la que estamos insertos. Otra expulsión del Paraíso.
La religión iba en contra de la ciencia y luego la ciencia fue en contra de la religión, y es la pescadilla que se muerde la cola: las revoluciones son ciclos continuos en los que el oprimido, si no desarrolla una conciencia, si no evoluciona, se queda en el nivel más bajo de conciencia y, en cuanto tiene oportunidad de liberarse, hace lo que aprendió del más fuerte, el más notorio, o simplemente se desquita: oprime.
El ejemplo de Nelson Mandela apareció también por estos días, con respecto a la libertad interna. Y lo relaciono con esto, con esta idea de que podía haber salido de la opresión a desquitarse y oprimir a los demás. Pero dentro de esa cárcel material él aprendió lo inmaterial: a tener fe, a tener esperanza, espíritu (en el mejor sentido, no en el religioso distorsionado). Se creó un mundo interno tan enorme que pudo trascender 27 años de encierro, casi toda una vuelta de Saturno. Se templó, maduró, entendió el sistema, se iluminó (de verdad, no con la enciclopedia). Y salió a liberar.
Siento que todo este año de tanto encierro nos trajo esa oportunidad: la oportunidad de estar con unx mismx, de escucharnos el cuerpo, los loros mentales, los miedos, las ansiedades. De trabajarnos. De buscar la salida, la manera de vivir cada día con lo que había y de tratar de estar bien, cuidarse, cuidar al otro. Pensar nuevas formas de hacer las cosas, más ecológicas en todos los sentidos de la palabra. Todo este sacudón nos dio la posibilidad de despertar, porque veníamos demasiado dormidxs, inertes e inconscientes. En picada mal, y lo sabemos.
Noto que toda esta tensión capricorniana en un momento en el que los viejos sistemas, paradigmas, dogmas, creencias e instituciones están desmoronándose como todos los grandes imperios, nos ayudó a ver con más claridad esos sistemas, lo obsoletos que están, lo inconscientes que fuimos y que podemos llegar a ser si no tomamos nuestro poder por el cuello y lo metemos de nuevo en nuestro corazón para crear desde allí nuevas visiones, nuevas formas, nuevos vínculos más amorosos, más personales, conectados, vibrantes.
Nuestro corazón tiene que ser nuestra brújula, nuestro norte. Tenemos que seguir pensando y creyendo para crear el nuevo orden, el nuevo mundo, sí, pero sobre todo tenemos que sentir. Aprender a sentir, a saber lo que sentimos, a dejar que brote el amor por entre los muros de hormigón que nos hemos levantado para no ver la realidad horrible que dejamos crecer alrededor mientras estuvimos desempoderados. Siento que muchas veces estamos como las almas perdidas en Soul (si no la vieron, recomiendo). Y que necesitamos a alguien que nos sacuda y nos libere, nos despierte de esa hipnosis obsesiva y tan poco productiva.
Pero ojo, que ahora que hay tanta gente "iluminándose" y "despertando" y entendiendo que somos materia y somos espíritu, que somos ciencia y somos milagro, que necesitamos ciencia y magia, que somos terrestres pero podemos ser del cielo, corremos el riesgo de cometer el mismo error: querer imponer una visión a los demás. Porque tendemos siempre a sentirnos más o mejor que el otro, y cuando descubrimos algo nuevo y alucinante, peor: queremos, necesitamos, morimos porque los demás se enteren y lo adopten para ser "de nuestro bando", porque el otro bando es el de "los malos".
Creo que es clave ahora ayudar y asistir sin imponer. O mostrar caminos sin arrastrar. Como decía Jesús, quien tenga oídos que oiga: quien busque o esté abierto a despertar podrá oír el llamado y caminará hacia un lugar más iluminado en su vida, saldrá de la caverna para ver el sol en vez de sombras proyectadas.
Los japoneses tienen esa costumbre muy linda de bajar la cabeza o parte del torso para saludar, reverenciar o expresar eterna gratitud y cuando entró la primera visitante al Jardín Japonés luego de tantos meses sin Jardín, hicieron esto. Me encantó, porque siempre tuve a gente haciendo eso por mí cuando inicié algún nuevo camino más luminoso y deseo hacer lo mismo mientras pueda. Haré mi parte, como me salga, aunque sea una parrafada de cabos que se me unieron y que no sé si tienen el más mínimo sentido; aquí lo dejo igual, como un "bienvenidos a mi camino". Entre quien quiera, con esperanza, que acá estamos para eso.
El aire de acuario en estos tiempos tan movidos me muestra, como una luz reflejada en una tela de araña, que somos una red en la que cada uno tiene un rol así como es, un espacio, un sentido, como me pasaba en el banco, donde si estábamos todos y trabajábamos en orden y armonía nos podíamos ir temprano a disfrutar de la vida. Todos éramos importantes en esa cadena.
El individuo es importante en el colectivo por su unicidad y si uno falta hay un hueco en la red. Somos todos diferentes, pero todos tenemos la misma importancia "horizontal". Nadie es más que el otro. Ni menos. Así como cada una de las células de nuestro cuerpo es importante para un cuerpo sano y completo, o como cada partícula de materia es importante para armar esta roca esfera en la que volamos de manera perfecta por un universo lleno de estrellas. Todas necesarias, por correspondencia.
Cora King. Enero 2021.


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